LA INTERVENCIÓN SOCIAL EN TRABAJO SOCIAL

LA INTERVENCIÓN SOCIAL



 La intervención social se puede considerar como esa acción que se realiza y se procede mediante estrategias pertinentes que conlleven a generar el bienestar de la sociedad, es decir; que es el conjunto de actividades que se ponen en práctica para darle una posible solución a una problemática que se estén presentando de manera que se genere un cambio en el entorno que puede estar afectado e impulse el desarrollo social. Esto con el propósito de realizar una intervención eficaz y brindar un servicio de calidad a las personas que requieren de la ayuda.de igual manera pretende que a través de algunas propiedades se genere la relación entre la teoría y la practica teniendo en cuenta el contexto y las circunstancias de las problemáticas sociales para que de este modo el trabajador social busque o gestione un proceso de cambio en ese ámbito, a partir de ello de modo de reflexión el trabajador social ademas de adquirir una experiencia, adquiere aprendizajes que le servirán de base para nuevas intervenciones. otro punto fundamental dentro de este proceso de intervención es acerca de la realidad social al cual se debe enfrentar el trabajador social para producir un impacto positivo que permita un cambio dentro de ese ámbito.





cabe resaltar que para entender mejor la intervención es necesario saber a que tipo de personas nos dirigimos, de tal manera que nos permita dale un mejor abordaje a la intervención. En este aspecto es de gran importancia destacar que el proceso de intervención es algo un poco complejo y como trabajadores sociales debemos tener las capacidades para poner en practica o mas bien utilizar las herramientas y metodologías que se adapten a los tipo de intervención que vamos a realizar de la misma manera llevar a cabo un proceso de evaluación reflexión que nos permita mejorar el proceso, algo fundamental es saber que cada individuo vive una realidad diferente y por esto cada intervención requiere de un proceso integral e individual.


Mediante la intervención profesional, se logra aportar a la comprensión y la configuración del quehacer de la profesión, logrando articular lo teórico y lo práctico, desde la interacción que el profesional tiene con los componentes y la realidad. Además, ofrece elementos que permiten establecer relación y distancia con los avances conceptuales existentes hasta el momento en la configuración de la práctica profesional.

APORTES TEÓRICOS


Para esta argumentación, la intervención constituye una forma de actuar de una categoría de profesiones del mundo social, orientada a la resolución de problemas sociales. Desde este punto de vista, la intervención es conceptualizada como una forma de actividad que integra aspectos políticos, filosóficos y procedimentales, evocando la idea de kinesis. Este hacer está vinculado con saberes teóricos y técnicos, pero especialmente con actitudes, valores y creencias que anteponen eticidad a la acción. En este sentido, Ander-Egg señala que la intervención social designa “el conjunto de actividades realizadas de manera más o menos sistemática y organizada, para actuar sobre un aspecto de la realidad social con el propósito de producir un impacto determinado” (1995:161). Desde la óptica de este autor, la intervención social es tributaria de las perspectivas psicosociales que en Europa visibilizan el problema de la acción técnica-profesional en la sociedad, tomándose como ejemplo la definición de la intervención elaborada por el Colegio de Psicólogos Sociales de España de 1984, según la cual corresponde a una actividad profesional que surge como respuesta a la necesidad de analizar y actuar sobre los problemas de las interacciones personales en sus diversos contextos sociales.

En general, la argumentación práctica de la intervención se enfoca en el carácter organizado de la acción y su capacidad para resolver problemas sociales. Tributaria de esta argumentación está la opinión de Fernando Fantova, quien señala que la intervención social es una actividad que intenta responder a necesidades sociales, siendo su propósito la integración, autonomía, bienestar y participación de las personas en relación a su entorno. En este mismo sentido, Ferrán Casas-Aznar considera que la acción de intervenir tiene su inicio en situaciones consideradas como negativas, riesgosas o que constituyen aspiraciones de mejoramiento de una comunidad determinada.

Otro autor que transita por esta línea argumental es Javier Corvalán, quien define la intervención social como: “la acción organizada de un conjunto de individuos frente a problemáticas sociales no resueltas en la sociedad a partir de la dinámica de base de la misma. Esta dinámica de base […] es por un lado, el funcionamiento capitalista en torno al sistema de mercado que determina cualitativa y cuantitativamente la producción de bienes y servicios, y por otra parte, el derecho público y privado que regula tanto la apropiación legítima de tal producción por parte de los individuos como los conflictos de intereses entre los mismos” (1997:4). En esta definición se aprecia que el autor comparte con Ander-Egg el carácter organizado de la intervención social, no obstante, vincula el ethos de estas prácticas con el funcionamiento de las economías de mercado y las sociedades que articulan su vida en torno a cierta disposición del consumo de bienes y servicios. En nuestra opinión, el concepto de Corvalán discurre por un camino de mayor reconocimiento de las estructuras socioeconómicas evidentes en las últimas décadas, incorporando una perspectiva de los derechos de los sujetos en marcos de conflictos de interés, en los cuales es necesario actuar desde las instituciones para procurar la resolución de los problemas sociales: este sería el escenario de la práctica en el que se despliega la intervención social.

Es así que desde la visión de Corvalán coexisten dos tipos de intervención social: a) la caritativa o asistencial y b) la socio-política, esta última relacionada con la forma de implantación del modelo de desarrollo de corte capitalista. Esta perspectiva sociopolítica de la intervención está asociada al proceso de modernidad en cuanto al desarrollo del pensamiento crítico, la práctica democrática, las consecuencias de la revolución industrial y la creciente secularización de la cultura occidental.

Desde España, Esperanza Molleda (2007) se pregunta por qué no es factible el hacer intervención, atendiendo a las condiciones de trabajo y la urgencia del actuar, que imposibilitan el seguimiento de los protocolos de actuación pre-establecidos en las instituciones que implementan servicios sociales. Molleda introduce un aspecto relevante en esta línea argumental de la acción, localizando el problema de la intervención en la sujeción a la razón instrumental, que padece de un exceso de formalización. Parafraseando las posturas teóricas de Horkheimer, Molleda pretende criticar la desustancialización de la práctica, para acotarla a la mera razón funcional de medios. La autora propone redefinir la intervención social con un fuerte anclaje teórico y ético identitario, señalando que este tipo de actuación corresponde a las actividades o acciones que se realizan de manera formal u organizada, respondiendo a las necesidades sociales con el propósito tanto de prevenir, paliar o corregir procesos de exclusión social, como promover procesos de inclusión o participación social.

La intervención social como interpretación de la complejidad social

Una segunda línea de argumentación sostiene que la intervención es antes que todo una interpretación de la complejidad de lo social. En otras palabras, hay intervención social desde el momento en que se interpreta la complejidad del entramado que manifiesta un ámbito conflictivo o problemático de lo social. En esta perspectiva, la intervención es concebida desde una relación dialógica, en la cual la aproximación tanto hermenéutica como a la vez compleja a los fenómenos sociales es la adecuada para interpretar los ámbitos de expresión de los problemas sociales, teniendo en cuenta que para ello el “fenómeno social se comprende de entrada como complejo, y por consiguiente, no simple y llanamente como un agregado de partes” (Maldonado 2011:149). La intervención social emerge como acto de atribución de sentido que supone un proceso de aproximación a los contextos, narraciones y testimonios de la situación. También exige descartar la asepsia valorativa del mundo, más bien, esta argumentación acepta que en la intervención existen preconfiguraciones de sentido desde los operadores de las políticas sociales, los cuales complejizan tanto la explicación de los fenómenos sociales como el modo en que se actúa sobre estos problemas.

En relación a la interpretación, es necesario indicar que sus fuentes más confiables están localizadas en el campo de la hermenéutica, que gracias al llamado giro lingüístico de las ciencias sociales transita efectivamente desde el campo de la filología a sus aplicaciones en el estudio de la sociedad. Habermas indica que la hermenéutica está relacionada a la capacidad interpretativa que se adquiere junto al dominio de la lengua materna, y en este sentido, la idea de la interpretación refiere a despejar aquello que aparece como confuso o poco claro, y es en este aclarar-sentido que se asocia al acto del comprender. No obstante, las posibilidades de la aclaración interpretativa están paradojalmente relacionada con las implicancias de la complejización de la hermenéutica de lo social, incluyendo en el acto de comprender aquello que está interrelacionado con su contexto, y por consiguiente, excluyendo del campo de comprensión los simples objetos aislados de su entorno. La concepción de un pensamiento complejo, en los términos declarados por Edgar Morin, no puede sustraerse de las implicancias en la interpretación de las relaciones entre conceptos, actantes y significados del mundo social que constituyen las contingencias propias de la intervención.




Enlaces que profundizan mas la temática de intervención en trabajo social:

https://atheneadigital.net/article/download/2055/2055-pdf-es

http://www.scielo.org.co/pdf/recs/n1/n1a08.pdf

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